Desde los primeros colonos hasta hoy, la construcción con madera ha sido la norma en Estados Unidos. Tres razones clave explican esta preferencia:
Estados Unidos cuenta con un 12.97% de su superficie en concepto de áreas protegidas, un indicativo que confirma la vasta naturaleza del país norteamericano. Si a ello sumamos su condición de “nación joven”, descubrimos que la madera es uno de los materiales más abundantes del entorno y de fácil acceso para construir. A este punto debemos sumar el factor económico, ya que la abundancia de madera permite que los precios al construir con este material sean más reducidos. Además, es mucho más fácil de transportar.
Según diversos estudios, los estadounidenses pueden llegar a cambiar de vivienda hasta cinco veces a lo largo de su vida. Este dinamismo fomenta una construcción rápida, masiva y asequible que encuentra en la madera a la mejor aliada. Además de la facilidad de construcción, las viviendas de madera también permiten a los compradores construir sobre plano su propia casa, ya que no requiere de mano de obra muy especializada.
Los habitantes que viven en hogares construidos con este material pagan menos impuestos que los propietarios de casas construidas con cemento y ladrillos. El motivo es el coste de construcción inferior, lo cual implica un menor valor catastral, además de la menor durabilidad de la vivienda y un mayor desgaste.
La combinación de recursos naturales, innovación técnica, tradición y eficiencia económica demuestra el valor de adaptar materiales y métodos a las ventajas del entorno, sin sacrificar la seguridad ni la rapidez.
A pesar de su vulnerabilidad en incendios, huracanes o tornados, esta práctica se mantiene gracias a tratamientos ignífugos, refuerzos estructurales (como sótanos de ladrillo) y códigos actuales que garantizan seguridad.

